LA BELLEZA DE LA FAMILIA

 

familia cristiana

En este artículo, antes que nada, quisiera empezar ensalzando la belleza de la familia, que es y siempre ha sido el núcleo fundamental de toda sociedad. No en balde, en todas las culturas, desde tiempos inmemoriales, ha existido la familia, la cual nace de un matrimonio.

En cuanto al matrimonio, desde tiempos muy remotos, que se pierden en la Historia, ha sido siempre una unión entre un varón y una mujer (los que somos cristianos, sabemos que su origen está en Adán y Eva, pero si me lee alguien que no sea creyente de ninguna religión, sabrá que eso ha sido así en todas las culturas habidas y por haber).

Asimismo, sociedades de épocas pasadas han sido capaces de subsistir sin ordenadores, sin electricidad, sin automóviles, sin aviones… pero no sin la familia. ¿Por qué será? Pues, básicamente, porque en la familia, al menos en toda familia sana y bien avenida, hay amor. Todo amor, toda fuente de amor, después de Dios, viene siempre de la familia y a través de ella. Y esto, milenios de historia de la humanidad dan fe de ello.

  • Primero, el amor entre marido y mujer, y fruto de ese amor esponsal, nacen los hijos. Así es, o debería ser, el matrimonio: la expresión del amor que surge entre un hombre y una mujer (y no sólo que surge, sino que se ha trabajado durante el noviazgo), y que, tras unirse (ya sea de forma civil, ya sea de forma religiosa), se comprometen a ser mutuamente fieles hasta que la muerte los separe.
  • Además, todo hijo cuyos padres se aman se siente muy protegido. Sabe que si sus padres se quieren de verdad (con lo que ello significa, esto es, saber renunciar a ciertas cosas, o posponerlas, por amor a la otra persona, primero por el consorte, luego por los hijos), también le sabrán dar el amor que necesita, le sabrán guiar, educar, hacer de él una persona de provecho y, lo más importante: le enseñarán a amar. Porque a amar se aprende dejándose amar por otro y amando, y a amar se enseña amando.
  • Conviene además señalar que en toda familia, los hijos ven en su padre y en su madre los primeros referentes, respectivamente, masculino y femenino. Todo hijo varón, de una forma u otra, se fijará en cómo es su padre para saber cómo ser un buen hombre, y en cómo es su madre para hacerse una idea de cómo desearía que fuera su futura esposa. En cuanto a las hijas, se fijarán en su madre para saber cómo ser una buena mujer, y en su padre para saber cómo le gustaría que fuera su futuro esposo.
    • Por supuesto, aquí se sobreentiende que es de suma importancia que los padres tengan una integridad muy bien asentada. Entre otras cosas, que no sean violentos, ni borrachos, ni negligentes, ni mucho menos abusadores, sino que sepan dar amor, seguridad, protección y guía.
    • Y esto no quiere decir que ningún hijo varón tenga que ser un calco de su padre ni ninguna hija un calco de su madre. Cada persona es única e irrepetible (por eso, cada persona es valiosa en sí misma) y sus padres, con amor, le enseñarán a amar, pero no le dirán que tenga que ser exactamente igual que ellos. Por ejemplo, en un matrimonio en el que tanto el padre como la madre son médicos, no necesariamente los hijos tienen que ser también médicos. Pueden ser ingenieros, pintores, escritores, músicos, abogados, historiadores… A lo que me refiero es a que los padres son un referente, pero no hay que ser un calco de ellos. Cada persona es única e irrepetible y aquí los padres tienen que ayudar a cada uno de sus hijos a sacar lo mejor de sí mismo, y siempre, con amor.

Asimismo, no basta con tener hijos (que, hoy día, hay que fomentar la natalidad, hay que favorecerla). Hay que criarlos, y para ello, los padres deben pasar tiempo con ellos. Es de suprema importancia que tanto la madre como el padre pasen tiempo con el hijo (especialmente los fines de semana, que es cuando, normalmente, más tiempo tienen los padres, pero, si puede ser, también entre semana). Unas veces los dos padres juntos, otras el padre o la madre por separado con cada uno de sus hijos. Esta premisa, la de que los padres pasen tiempo (y tiempo de calidad) con el hijo, es innegociable y el resto de circunstancias de la vida (dinero, trabajo, bienes materiales, etc) habrán de estar siempre supeditadas a la protección y la unidad de la familia. Es decir, el trabajo deberá estar bien remunerado y con buen horario (esto es, que, salvo circunstancias muy ocasionales, salir de trabajar a media tarde), la casa o coches que se compren no deben ir en detrimento de pasar tiempo con los hijos, será mejor comprar alimentos de marca «La Cabra» pero a cambio de poder alimentar a todos, que marcas muy caras y que luego vaya en detrimento de la economía familiar, etc.

¿Por qué todo esto? Pues porque, así como ciertas cosas que hoy día nos venden son realmente prescindibles, unas más que otras (tener mucho dinero, coches de lujo, buena carrera profesional, un currículum intachable, casas suntuosas, televisor, ordenador, viajes, etc), la familia no es prescindible. La familia es imprescindible e innegociable. Es preferible una familia en la que, aunque el coche que tengan sea una cafetera con cientos de miles de kilómetros, o aunque la casa donde vivan sea modesta, o aunque casi nunca la mesa sea de lujo, ni siquiera días señalados como el domingo o la Navidad, haya amor auténtico, a que en una familia, aunque naden en todos los lujos, viajen, banqueteen, no haya amor auténtico, sino pura superficialidad. Esto último es causa de muchas desgracias, mientras que sentirte protegido y amado en tu familia (aunque vivas en una casa modesta, incluso aunque no tengas televisor ni computadora o la comida no sea un gran banquete) vale más que todos los coches, pantallas planas, casas de lujo, carreras profesionales, viajes de ensueño y demás cosas accesorias juntas.

 

¿Y QUÉ ESTÁ SUCEDIENDO AHORA CON LA FAMILIA?

Hoy día, basta con echar un vistazo a nuestro alrededor, con preguntar a un determinado número de amigos y/o conocidos, para darnos cuenta de que, probablemente, alguno de ellos venga de una familia rota o desestructurada. Deberíamos preguntarnos: ¿qué está pasando?

Si la familia ha acabado rota, es porque ahí, o nunca hubo amor de verdad, o el amor se marchitó. Es fácil oír eso de «el amor se nos acabó». Pero ese argumento realmente no se sostiene por sí mismo, porque mucha gente basa su amor en los sentimientos, y es que los sentimientos son una verdadera montaña rusa. Y he ahí el problema: muchos matrimonios tuvieron lugar (ya fuera civil o eclesiásticamente, y aquí hablo dentro de la Iglesia Católica) cuando los contrayentes, o al menos uno de ellos, realmente no sabían amar, sino que lo que les unía era una atracción (a veces, peor, una pasión lujuriosa), se dejaron llevar por esas «mariposas en el estómago». No hay que pensar que sea malo sentir esas «mariposas», sino que hay que aprender que el amor es mucho más que eso. El amor hay que trabajarlo.

¿Cómo es que antiguamente había muchos menos divorcios, separaciones, rupturas y nulidades matrimoniales que actualmente? Dice un dicho, que se puede encontrar en Internet, con una foto de un matrimonio de dos abueletes, en las que su nieto les pregunta cómo siguen juntos después de cuarenta, cincuenta, sesenta años. Y la respuesta que dan los abuelitos es: «En nuestra época, si algo se rompía, se arreglaba en lugar de tirarlo a la basura». Una frase tan sencilla, y a la vez tan cargada de sabiduría. Muchos de nuestros mayores, una buena parte de ellos criados entre cabras, cerdos, vacas y arados, no tendrán apenas conocimientos de toda la tecnología que manejamos hoy día, puede que no sepan cómo invertir en bolsa… pero en sabiduría de la vida nos darían toda una lección. Gente sencilla, que tal vez incluso tenga un léxico que con el que no aprobarían un examen de Ortografía, pero que en sabiduría de la vida nos dan miles de vueltas.

He aquí entonces la respuesta: antes había más robustez ante las dificultades de la vida. Porque las dificultades vienen, queramos o no, y muchas veces son muy dolorosas (una enfermedad, tal vez el fallecimiento de un ser querido). Otras veces, esas dificultades surgen también en el propio matrimonio: discusiones, desavenencias, desacuerdos, tal vez alguna pelea. Pero nuestros mayores, al menos la gran mayoría de ellos (con excepciones, no digo que no), supieron sobreponerse a dichas dificultades. Incluso, si preguntamos a los que son católicos, seguramente digan que, cuando vino una dificultad, se apoyaron en Dios, se acercaron a la Cruz, y depositaron en Jesucristo sus problemas. Hoy día, por el contrario (también con excepciones muy honrosas), vemos a multitud de gente joven, y ya no tan joven, divorciada, separada, vuelta a casar (y a veces en terceras o cuartas nupcias). Hay veces que las circunstancias sí obligan a separarse (por ejemplo, en caso de maltrato físico o psicológico por parte de uno de los cónyuges, lo mejor es la separación por el bien del otro cónyuge, pero separación no significa volver a casarse), pero, fuera de esas circunstancias, habría que preguntarse: ¿Realmente hubo amor auténtico? ¿O ese amor se basó solamente en cosas superficiales, que en cuanto desaparecieron, pusieron de manifiesto que aquel amor no era auténtico?

Vemos tantas familias rotas… En unas, porque los padres, cuando se casaron, no estaban realmente enamorados, sino sólo lo hicieron por pura conveniencia (es verdad que el amor se puede cultivar igualmente, pero creo que no es bueno dar el paso si no hay amor verdadero), otros por huir de la casa paterna y de unas circunstancias en las que uno no se lleva bien con sus padres, otros porque al conocerse «sienten las mariposas» y surge una pasión, pero no saben discernir si eso es amor auténtico o sólo una pasión e incluso un apego o pura lujuria. En todo caso, antes del matrimonio, es necesario un tiempo de noviazgo para conocerse; y conocerse excluye el plano sexual, esto es, durante el noviazgo, y perdón por ser tan explícito, no se comparte la cama, eso es exclusivo del matrimonio, aunque hoy día muchos piensen que no (sí puede haber muestras de afecto como besos modestos, caricias, darse la mano, pero hay que tener en cuenta que se debe evitar buscar la excitación sexual, sencillamente porque los actos tienden a ser completados, y es menester, antes de casarse, aprender a dominarse).

Cuando digo conocerse, implica conocerse en el plano psicológico, espiritual, de personalidad. Ver si compartimos ciertos gustos (no hace falta compartir todos, pero, por ejemplo, si a ella le gusta vivir en el campo y a él también o, por el contrario, ella es muy urbanita y él es campestre hasta la médula), por supuesto, muy importante, el plano religioso (aunque la Iglesia Católica regula los matrimonios mixtos, entre católico y cristiano no católico, así como con otras religiones, por lo general es preferible compartir las mismas creencias religiosas), saber si la otra persona está abierta a tener hijos (yo lo digo así de claro, si no tienes pensado tener hijos, mejor no te cases y sé célibe). Y también conocer la personalidad de tu novio, tu novia, para que, ya sin las «mariposas», sino más con la mollera, seas capaz de ver si puedes aceptar, en especial, los defectos de la otra persona (porque es muy fácil amar a otra persona por sus virtudes, pero amarla con sus defectos e incluso por sus defectos, eso no es tan fácil). Otros aspectos a tratar: ver si la otra persona es trabajadora (es decir, que se esfuerza, que valora el esfuerzo y que gana dinero honradamente, y ser trabajador no necesariamente implica estar hasta horas intempestivas, implica hacer lo mejor posible tu trabajo dentro del horario laboral para así traer el dinero a casa), si su primer valor es la familia antes que otros como el dinero, el éxito profesional o los bienes materiales, si le gusta el hogar o prefiere más sus logros personales o profesionales (sé que puedo ser un poco pesado con eso de restar importancia al éxito profesional, pero si hago mucho hincapié en esto es porque hoy día, al menos así lo veo, la obsesión desmesurada por el éxito profesional, es uno de los destructores de matrimonios y familias); por supuesto, ver si la otra persona no está atada a ningún vicio (alcohol, ludopatía, drogas, pornografía, etc), los vicios son verdaderos destructores de matrimonios. He citado algunos aspectos, pero no se pueden poner reglas milimétricas a seguir por los novios antes de tomar la decisión de contraer matrimonio. Sí puedo dar algunos consejos (sobre todo para los que deseen vivir un noviazgo y posterior matrimonio de acuerdo a la Voluntad de Dios):

  • Ser acompañados por grupos de novios en parroquias.
  • Acudir mucho a la Oración, a los Sacramentos, al Rosario y a la Adoración.
  • A la hora de conocerse, tener suficiente sinceridad uno con otro.
  • Acompañamiento y dirección espiritual.
  • Dedicar tiempo, con frecuencia (por ejemplo, una o dos veces a la semana) para conocerse mejor.
  • Formarse mucho en afectividad y sexualidad según el Plan de Dios (por ejemplo, las catequesis de San Juan Pablo II sobre amor humano, o asistir a cursos sobre este tema organizados en parroquias u otros encuentros diocesanos).
  • Por supuesto, tener presente que la unión carnal es exclusiva del matrimonio y que, durante el noviazgo, deberán evitar ciertas muestras de cariño que puedan conducir a la excitación sexual.

Y, muy importante: hoy día, ser muy valientes. Animarse a formar familias santas, no tener tampoco miedo a tener hijos (aunque las circunstancias no lo favorezcan, hay que confiar en Dios y, muy importante, esto nos debe llamar también a que seamos solidarios unos con otros, a que nos ayudemos unos a otros, eso es esencial en la vida cristiana). Aquí los católicos tenemos una misión, en unos tiempos en los que el matrimonio y la familia están muy en crisis. Cierto es que podrá haber incluso católicos que, deseando formar una familia, no se vean psicológica y espiritualmente capacitados por tener heridas afectivas o de otro tipo (como facilidad para las depresiones, inseguridades, escrúpulos, etc); en ese caso, por un lado, será de gran ayuda ir a psicoterapia (mejor si el psicólogo es católico y de principios), por otro, la ayuda de un sacerdote santo como director espiritual y, esto es imprescindible: una profunda vida de Sacramentos, Oración, y especialmente Oración ante El Santísimo. Jesús está realmente presente en la Eucaristía (aunque sólo veamos una oblea de pan, es Jesús, Dios y Hombre) y sigue curando, como curó a la hemorroísa, o al paralítico, o al ciego de nacimiento. Acudamos a Él con fe y con esperanza y con amor hacia Él, y Él, poco a poco, irá sanando nuestras heridas (Le podemos decir «Señor, si quieres, puedes sanarme», abrirLe nuestro corazón, y Él sanará nuestro corazón poco a poco); también acudir mucho a La Virgen María (la Madre de Jesús también es Madre Nuestra y siempre estará ahí para ayudarnos y darnos su amor maternal). Y, por supuesto, buscar alguna actividad en la que trabajar la caridad y el servicio al prójimo (por ejemplo, en comedores sociales de Cáritas, o en voluntariados), ya sea en la soltería, ya sea de novios (y esto puede solidificar aún más las relaciones de noviazgo, y también es muy aconsejable para matrimonios, si sus circunstancias se lo permiten, por supuesto).

 

¿ESTÁ HABIENDO ATAQUES HOY DÍA CONTRA LA FAMILIA?

Echando un vistazo al panorama mundial, es evidente que hay un claro ataque contra la familia. Estamos en una batalla por la defensa de la familia, del matrimonio y de la vida. Esta batalla la profetizó sor Lucía de Fátima: «La batalla final entre el Reino de Dios y el reino de satanás será sobre matrimonio y familia». Creamos o no en lo que dijo la monja vidente de Fátima, lo que es más que evidente es que hay numerosos ataques contra la familia, por muchos flancos, a cual más oscuro. Creo que no debería extenderme sobre los distintos ataques a la familia, pero sí enumerarlos y advertir de lo terriblemente destructivos que son.

  • Aborto. El más grave y perverso atentado contra la vida del no nacido y contra la naturaleza maternal de la mujer. Porque Dios ha dado a la mujer ese excepcional don que es la maternidad, y que hoy día las corrientes anti-familia ven como «un lastre». Hay que decirlo, el aborto es el peor de los crímenes, porque es matar a un ser humano que no puede defenderse (el bebé aún no nacido) y además es causarle a la madre una herida terrible (nada como buscar en Internet las secuelas que deja el aborto en toda madre que ha abortado). En todas las culturas, desde remotos tiempos, los hijos eran vistos como una bendición de Dios (o de los dioses, en culturas politeístas), ¿por qué hoy no? ¿Qué hemos hecho para que despreciemos algo tan hermoso como ser bendecidos con los hijos? Por favor, no más abortos. No puede ser que no nos rompa el corazón matar a bebés no nacidos, que además no se pueden defender. Toda vida humana es un precioso don de Dios, es sagrada desde el instante mismo de la fecundación hasta la muerte natural, no tenemos derecho a llevárnosla por delante bajo ningún concepto. Ayudemos a toda mujer embarazada, especialmente a las que están en riesgo de exclusión, y mostrémosles que hay alternativas, que no tienen que acabar con la vida de su hijo, que podemos darles toda la ayuda que necesiten.
  • Leyes de ideología de género. Es verdad que toda persona merece respeto como tal, con independencia de su orientación sexual, y que tampoco es justo etiquetar a las personas por su orientación en su sexualidad (es decir, uno no es «gay», «lesbiana», «bisexual», es, ante todo, persona, hombre o mujer y es más que sus inclinaciones, igual que tampoco es justo etiquetar como «drogata» a alguien que sufre adicción a las drogas, si bien es cierto que debe corregir esa conducta), ni mucho menos perseguirles y despreciarles. Pero de ahí a que, mediante leyes contrarias a la libertad de conciencia, se imponga esta forma de pensar (que, dicho sea de paso, hay muchas personas con atracción homosexual que no se pliegan ni aceptan esta ideología por su carácter totalitario), hay cientos de años luz. Y mucho menos, se puede adoctrinar a los más jóvenes y a los niños con el pensamiento único de esta ideología. Es por esto que, respetando siempre a toda persona, con independencia de las heridas afectivas que pueda tener, esta ideología no puede aceptarse por su carácter dictatorial, igual que no aceptamos otras ideologías tiránicas como el fascismo, el nazismo o el comunismo.
  • Eutanasia. Otro terrible atentado contra la vida del ser humano, y también contra la familia (porque muchas personas, aprovechando las leyes de eutanasia, decidirán, en un momento dado, acabar con la vida de sus padres o abuelos ya dependientes de ellos, con el pretexto de «ahorrarles sufrir», cuando en realidad lo que buscan es quitárselos de enmedio). En este caso, atentamos bien contra la vida de ancianos o personas mayores «porque ya no son productivos» (terrible consecuencia del pecado de avaricia, que da culto al dinero y pretende eliminar a quien «no es productivo»), bien contra la vida de personas enfermas «porque son una carga». Es decir, que si una persona «nos supone una carga» (a veces con la excusa de «ahorrar sufrimiento»), le aplicamos una inyección letal, bajo la bandera de «muerte digna» y a otra cosa, mariposa. Este crimen tampoco se puede aceptar, porque, como hemos dicho en el punto del aborto, toda vida humana es sagrada y debe ser cuidada y respetada hasta la muerte natural. Y el trabajo del médico es preservar la vida, no arrebatarla.
  • Anticonceptivos. Un invento maquiavélico (y sin duda inspirado por las fuerzas infernales), que ha dado lugar a multitud de desórdenes en materia sexual. Con los anticonceptivos, transformamos el placer sexual en un fin, cuando realmente es una consecuencia de la unión de los esposos en el coito. Porque cuando el marido y la mujer se unen en el coito por amor, no sólo expresan su más hermosa comunión esponsal (algo que es deseado por Dios), sino que además se abren a que de ese amor surja una nueva vida (los hijos). Es un amor fecundo, sin duda la más bella imagen del Amor Trinitario… que los anticonceptivos han asesinado. Con los anticonceptivos, hemos destruido no sólo la dimensión procreativa del matrimonio, sino también la unitiva (porque con el anticonceptivo ya el esposo y la esposa no se entregan plenamente, porque realmente se dicen «te doy todo lo mío, excepto mi fertilidad»). Ya lo presintió el Papa San Pablo VI, en la Humanae Vitae, que con los anticonceptivos, el hombre perdería el respeto por la mujer (y lo hemos visto en los no pocos casos de abusos de hombres en situación de poder hacia mujeres). El anticonceptivo ha llevado a tratar a la persona (y especialmente a la mujer) como un objeto de deseo sexual y ya no como una compañera, como una persona digna de amor y respeto.
  • Pornografía. Otro invento deplorable. La pornografía genera una terrible adicción (que a menudo trae aparejada la masturbación, que, no lo olvidemos, es un acto gravemente desordenado y totalmente opuesto al Plan de Dios) y destruye muchos matrimonios. La palabra pornografía es la unión de porneia (que en griego significa fornicación, esto es, toda relación sexual fuera del matrimonio, y en un sentido más amplio, todo uso desordenado de la sexualidad) y graphos (esto es, imágenes). Sobra decir la terrible deformidad que significa la pornografía: es tratar a la otra persona (generalmente a la mujer que posa en el material pornográfico) como un objeto de deseo sexual, por eso es una degradación, es una putrefacción para el alma. La pornografía daña a quien la consume (sobre todo hombres, pues ven a las mujeres ya no como personas dignas de amor y respeto, sino como un objeto como, valga la vulgaridad, «un cacho de carne»), para quien se presta a ello (porque vende su dignidad a cambio de dinero) y para quien la rentabiliza (porque su corazón se pervierte buscando dinero a cualquier precio). Con caridad lo digo, pero también con vehemencia: lo mejor que se puede hacer con el material pornográfico es echarlo al fuego (y en Internet, huir de toda página incedente como de la peste, si hace falta, estando una larga temporada sin entrar en Internet para evitar la tentación). En serio, si aún tienes en tu casa este material ponzoñoso, échalo afuera, destrúyelo y tíralo al fuego o al menos a la basura (y no permitas que caiga en manos de nadie). No dejes que la pornografía destruya tu matrimonio.
  • Asignaturas sobre erotismo para niños. Como lo estáis leyendo. Esto es algo que ya clama al Cielo por su tremenda monstruosidad. Esto a Dios Le ofende terriblemente, porque, enseñando esta porquería, dañamos la mente y el corazón de los más inocentes, los niños (que son muy queridos por Jesucristo, como Él dijo, «Dejad que los niños se acerquen a Mí», y a Él le ofende muy gravemente que empapemos sus ojitos con toda esta ponzoña). Ya están empezando a meter en los colegios contenido erótico para niños (y desde muy pequeños), sobre monstruosidades que mejor no cito, pero que se resumen en puro libertinaje. En serio, ¿hasta dónde vamos a llegar? Por eso tenemos que defender el pin parental, porque los padres tienen no sólo el derecho, sino la obligación de impedir que enseñen esta bazofia a sus hijos.
  • Reproducción artificial y manipulación de embriones. Igual que los anticonceptivos son una forma de tener relaciones sexuales sin hijos, los métodos de reproducción artificial son una forma de tener hijos sin relaciones sexuales. Aquí vemos cómo esta cultura de libertinaje ha separado la dimensión unitiva de la procreativa y por eso ha causado tanto caos a nivel mundial en materia sexual. Es más, tanto los métodos de reproducción artificial (como la fecundación in vitro) como la manipulación de embriones son, hay que decirlo, una forma de jugar a ser Dios, y esto es tremendamente grave. Además, con esto convertimos a los hijos en «objetos de derecho» (no existe el «derecho a tener hijos», porque los hijos también son personas, son un fin en sí mismos y no un medio), en lugar de considerarlos como lo que son, como sujetos de derecho. Y de aquí se deriva otra monstruosidad que es la gestación subrogada o «madres de alquiler» (una grave deformación de la maternidad, que además trata a la mujer como un objeto, como una «máquina de gestación»). Dicho de otro modo, todo matrimonio tiene que estar abierto a tener hijos, y es bueno desearlos, pero no a toda costa, no pretender «encargarlos». Hay que dejarlo en Manos de Dios… y si el matrimonio resulta que no puede tener hijos de forma natural (es decir, mediante el coito), siempre queda la opción de adoptar niños.

Por favor… Dejemos de jugar a ser Dios, dejemos de atentar contra la familia. Dejemos de retorcer más Su Plan en la familia. Las cosas hay que decirlas bien claras:

  • El matrimonio es entre hombre y mujer, ambos hechos y derechos.
  • Se nace varón o se nace mujer. Y la sexualidad no la determinan sólo los genitales o los pechos: todo nuestro cuerpo es sexuado.
  • Derivado de lo anterior, el mal llamado «cambio de sexo», además de ser una abominación, es una mutilación. No hay tal «cambio de sexo», tan sólo pura mutilación, que además causa terribles daños psicológicos, por haber hecho tal violencia contra nuestro propio cuerpo.
  • La familia la forman el padre, la madre y los hijos.
  • La madre gesta a sus propios hijos y no a otros terceros. Porque el embarazo genera un vínculo entre la madre y sus hijos, es por eso que la gestación subrogada es inaceptable.
  • Los hijos deben ser protegidos desde el instante mismo de la fecundación. Por eso, el aborto es un crimen perverso y abominable. Es más, en todas las culturas, a lo largo de la Historia, los hijos siempre eran considerados una bendición, ¿por qué ahora los consideramos «una carga»?
  • Las personas mayores tienen derecho a disfrutar de la vida y merecen respeto. Por tanto, matarlas sólo porque «ya no produzcan» es una aberración. En muchas culturas, la larga vida se ha considerado siempre una bendición, por eso, la vida humana hay que respetarla y preservarla (y sólo Dios puede reclamarla a su debido tiempo).
  • Y lo mismo de cualquier persona que nazca con cualquier malformación o disfunción, como las personas con síndrome de Down: también tienen derecho a la vida.

OTROS ATAQUES A LA FAMILIA, MÁS SUTILES

También podríamos citar otros ataques más sutiles a la familia. Algunos que yo creo que son esos ataques, no tan evidentes como los anteriores, pero no menos peligrosos si no sabemos identificarlos:

  • Obsesión por la carrera profesional. Procuraré no extenderme. Sí diré que, sobre la carrera profesional, parece haber una excesiva obsesión hoy día, como si la carrera profesional fuera una consigna indispensable en esta vida, sin la cual parece que «no te realizas». Simplemente digo que hacer carrera profesional, no siendo algo malo en sí, tampoco es lo más importante de esta vida (es más, es algo accesorio). El trabajo es un valor humano, sí, pero al servicio de la sociedad, empezando por estar al servicio de la familia. Padres y madres de familia, no sacrifiquéis vuestro matrimonio y el tiempo de calidad con vuestros hijos sólo por pasar horas y horas en la oficina o frente al portátil en vuestra casa, o en viajes de trabajo. Empresarios, restad importancia al rédito económico (confiad en Dios, que Él proveerá, y cread empresas al servicio del Reino de Dios) y pensad más en que vuestros empleados pasen tiempo en familia y menos horas innecesarias en la empresa. Hay que apostar por crear empleo justo y digno, y por la conciliación laboral, esencial para la familia. Y que la carrera profesional quede circunscrita sólo al horario laboral, que no fagocite el tiempo libre de nadie.
  • Consumismo. Por desgracia, muchos matrimonios prefieren comprar un cochazo antes que tener un hijo, o hacer esos viajes de ensueño, o tener una pedazo de casa suntuosa, antes que tener hijos… y se olvidan de que tener hijos, aunque es sacrificado, es una maravilla (es más, los hijos son los mejores maestros, me atrevería a decir). Leí hace tiempo una frase en Facebook que decía: «Si no tuviera hijos, tendría llena la cartera pero el corazón vacío».
  • Individualismo. Hoy mucha gente vive, como se dice, «a su bola». Es verdad que muchas veces, las condiciones económicas no ayudan a la hora de formar una familia. Pues, frente al individualismo, la solución está en la solidaridad. Debemos ser más solidarios unos con otros, tratar de ayudarnos unos a otros, en especial a los más necesitados y a las familias en situación más complicada. Y esto es propio de un cristiano: la solidaridad con el prójimo, muy especialmente con las familias que están pasando carencias y necesidades. Tenemos que dejar de ir tanto a nuestra bola y pensar más en los demás, empezando por nuestros familiares y amigos.

 

CÓMO HACER PARA DEFENDER ACTIVAMENTE LA FAMILIA

Es todo un reto, pero también una grave obligación, de todo cristiano y persona de buena voluntad: defender la familia auténtica frente a los desatinos que nos quieren imponer a la fuerza. Aparte de formarse, de argumentar, lo más importante es lanzarse a formar una familia, a ser posible una familia santa, y practicar la solidaridad con todas las familias necesitadas. Por supuesto, si hay heridas, sanar esas heridas antes de casarse (pero la solidaridad se puede practicar igualmente, es más, puede también ayudar a sanar muchas heridas). Ya he citado cómo sanar dichas heridas: con la psicoterapia, la dirección espiritual, la Oración, los Sacramentos y la Adoración Eucarística, así como con cualquier actividad solidaria con el prójimo. Y me detengo en especial en la Adoración: Jesús hoy sigue sanando, lo mismo que Él, cuando predicó la Buena Nueva, sanaba a muchas personas de toda dolencia física, mental y espiritual; tan sólo nos tenemos que poner a Su Alcance, y para eso, hay que ir Al Santísimo.

Muchos diréis: pero es que hoy día la sociedad no favorece el crear una familia. Hoy día tanto papá como mamá tienen que trabajar y a veces hasta muy tarde. Pues es hora de que cambiemos esto; y es posible cambiarlo (fácil no, pero sí posible, eso sí, tendremos que levantarnos de nuestro sofá, ya me entendéis). Quejarnos y no hacer nada no lo va a solucionar. ¿Y cómo cambiarlo? Pues muy sencillo: con la solidaridad y la caridad. Por ejemplo, si muchas empresas imponen horarios inaceptables, pues unirnos todos y crear empresas que favorezcan horarios conciliadores, buenos salarios y una ética empresarial acorde a la Doctrina Social de la Iglesia (y eso también implica que la empresa se dedique a actividades moralmente lícitas y que no acepte financiación ilícita ni hacer donativos a causas contrarias a la moral católica). O si hay familias en la que ninguno trabaja, ayudarles los que tengamos más posibilidades económicas, renunciar a esos caprichitos superfluos de vez en cuando, llevarles comida todas las semanas, etc. Y esto nos obliga a salir de la comodidad de nuestro sillón.

Los cristianos debemos ser solidarios unos con otros, practicar la caridad entre nosotros. Ya sea que las condiciones socioeconómicas son ahora muy adversas para la familia, somos muchos los que deseamos que se puedan formar familias. Debemos hacer piña entre nosotros, debemos olvidar nuestros individualismos (porque el problema no es que no haya gente que defienda esto, que sí la hay y yo diría que más de los que pensamos, el problema es que muchos vamos cada uno a lo nuestro y nos hemos olvidado de ser solidarios). Se trata, pues, de desterrar nuestros egoísmos, de salir de nuestra comodidad, de nuestro aburguesamiento, de nuestra molicie, y pensar en ayudar a los demás. Empezando por ayudar a nuestros propios familiares. ¿No será que otra de las causas principales de que la familia esté en crisis es que muchos católicos vamos hoy día a nuestra bola? Es muy fácil ir cada uno a nuestra bola, pero mientras vamos a lo nuestro, los que quieren destruir la familia ganan terreno fácilmente. Mientras que, si renunciamos a nuestra posición burguesa, a nuestro egoísmo, y nos mostramos solidarios unos con otros (la unión hace la fuerza, y parece que esto hoy día no termina de calar), cambiaremos el mundo y lograremos convencer hasta a las piedras.

¿Qué decían de los primeros cristianos? ¿Por qué en los tiempos apostólicos y después había conversiones? Primero, porque el encuentro con Cristo Resucitado enamoraba, sí, pero además, porque veían en los primeros cristianos: «mirad cómo se aman». Y eso contagiaba, vaya que si contagiaba (el amor, la caridad, son contagiosos). ¿Qué ve hoy día la gente mundana de nosotros los cristianos?¿»Mirad cómo va cada uno a su bola»? O peor, ¿»mirad cómo se critican en las parroquias, en los movimientos»? (y esto, muy tristemente, sucede, y entre cristianos es algo que no deberíamos ni aceptar). Porque así, normal que digan «vaya unos cristianos, mucho hablar de caridad, pero cada uno luego va a su rollo y a veces incluso se tiran puyas, para eso no merece la pena convertirse al cristianismo».

Creo que eso es lo que ha pasado, que la sal se ha vuelto sosa. Debemos ser sal de la Tierra, luz del mundo, debemos dar ejemplo, en primer lugar, con nuestra caridad mutua, con nuestra solidaridad (y sí, para ello, lo primerísimo, acudir a Jesucristo Eucaristía, que es la Fuente de todo Amor). Ayudarnos unos a otros con amor, eso es lo que nos ayudará a vencer la batalla por la familia (y yo diría que más incluso que los propios argumentos pro familia y provida, que también son importantes, pero lo primero es el ejemplo). Los que estén en una situación económica más solvente, si les sobra dinero, ayudar a quienes estén más apurados (y oye, si te sobra dinero y estás pensando en comprarte ese bólido tan flamante, si ya tienes otro coche, piensa en toda la gente a la que podrías ayudar si, en vez de comprarte ese cochazo, repartes ese dinero entre las familias necesidades). Sí, aunque vengan regímenes comunistas, si nos unimos todos en caridad, no habrá régimen comunista, tiránico o dictatorial que pueda contra la familia. Porque, con la caridad mutua e incluso a quien nos muestra hostilidad, incluso convenceremos y hasta lograremos la conversión de todo artífice de todo régimen dictatorial. No lo olvidemos nunca: la caridad es lo que cambiará el mundo. Contra la caridad auténtica y solidaria, no hay régimen totalitario que pueda, ni aún con las armas más destructivas.

Recordemos que San Juan Pablo II decía que la verdadera revolución que cambiará el mundo es la revolución del amor. Así que, ya tenemos nuestra misión 🙂 .

 

San JPII