Hoy día vivimos una era de excesivas prisas, y en la que además asociamos la palabra empleo, casi de forma automática, a un puesto en la oficina. Es más, con las nuevas tecnologías, parece que cada vez va a haber más empleos en los que se va a hacer uso de una herramienta informática. Hoy, la mayor parte de los empleos se da en las grandes ciudades, y es difícil encontrar empleos de características similares (tipo programador, contable, auditor, etc) en ciudades pequeñas o pueblos (aunque con el teletrabajo, a veces es posible).

Yo llevo un tiempo pensando, y no sólo pensando, sino sintiendo en mi interior (como un deseo en el corazón) en que puede que de aquí a un tiempo (no sabría decir cómo de largo), volvamos a trabajar en el campo. Ante todo, lo que voy a decir en esta reflexión personal es una mera opinión personal, basada no sólo en mi experiencia de la vida, sino también en que yo prefiero mil veces el campo a la ciudad (y lo noto, vaya que si lo noto, cuando me adentro en el centro de Madrid, el estrés se me suele contagiar y me convenzo más de que la gran ciudad no es para mí, pese a que yo soy madrileño de nacimiento). Vamos, que si mañana me hicieran una oferta de empleo, pongamos, en Manhattan, diría que nanay (por mucho que me pagaran y por mucho que fuera «una gran oportunidad de crecimiento profesional»).

 

¿Trabajar en el campo, de la misma forma que antaño?

Si bien es cierto que hoy día, muchos empleos de oficina causan bastante estrés (añadiendo a eso el hecho de que en muchas empresas existe la cultura del presentismo, algo que espero algún día sea erradicado), no es menos cierto que trabajar en el campo (sobre todo, en agricultura y ganadería) tampoco está exento de preocupaciones (se depende, en buena medida, del clima, hace falta que se equilibren los días de lluvia e incluso nieve con los días soleados para las cosechas).

Trabajo en el campo

No obstante, hoy día contamos con una serie de ventajas que no teníamos hasta hace unas décadas: las tecnologías (en especial la propia electrónica) nos pueden brindar bastantes facilidades para trabajar en el campo, mitigando los riesgos asociados a las adversidades climatológicas (y no sólo las tormentas, sino también los días de calor intenso, tan perjudicial para las cosechas es una granizada como la falta de lluvias).

  • Programadores de riego: Existen desde hace ya muchos años y hoy día es posible, haciendo uso de las ya conocidas plataformas Arduino y/o Raspberry Pi (pero se pueden usar otras perfectamente), conectar a Internet dichos programadores e, incluso, poder manejarlos desde el teléfono móvil.
  • Drones: Aunque los drones como tales existen desde hace muchos años (es decir, aviones y helicópteros de aeromodelismo), en los últimos diez años, los drones multirrotor han hecho su aparición estelar y una de sus aplicaciones estrella será el control de cultivos y la vigilancia forestal. Lo que hace muchos años podría llevar varias jornadas de trabajo (que es vigilar los cultivos), hoy con los drones se facilitará enormemente.
  • Servos para invernaderos: Mediante servos de potencia, de prestaciones similares a los que mueven los paneles solares móviles en parques solares, sería posible reaccionar con relativa rapidez ante una adversidad climatológica. Por ejemplo, si sabemos que va a caer una granizada y accionamos los servos de nuestros invernaderos de forma remota (podría incluso hacerse desde el móvil), evitaríamos que el granizo acabe con nuestra cosecha, o al menos reduciríamos las pérdidas en la misma.
  • Captación de humedad ambiental: He leído que ya están desarrollando tecnologías para captar la humedad de ambiente, condensarla y, en épocas de sequía, poder regar las plantas. Claro que no sé qué cantidad de agua sería posible recolectar, pero es eso que se aprovecharía.

Y he citado tan sólo lo que se me ha ocurrido que podría facilitarnos el trabajo en el campo. Eso sí, no sustituiría por completo la intervención manual, pero sí sería una ayuda notable.

¿Por qué creo que la gente volverá, de forma mayoritaria, a trabajar en el campo?

La imagen que viene a continuación creo que resumiría muy gráficamente el porqué:

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Yo, personalmente, soy de los que prefiere tener este tipo de ambientes cuanto más lejos, mejor. No me gusta nada la vida en las grandes urbes, ni me gusta nada el ruido, ni ver rascacielos desde mi ventana (yo soy mucho más de campo, de lugares tranquilos y de ver naturaleza desde mi ventana). Pero eso irá en caracteres y gustos, y yo pienso que, si bien el estrés es bastante perjudicial, no es mejor ni peor vivir en el campo que vivir en la ciudad o viceversa. Sin embargo, si bien la gran ciudad brinda algunas comodidades (metro, grandes almacenes, cines, hospitales y demás servicios a mano), el precio a pagar es un nivel de vida que a la larga no es sano. Incluso aunque lográramos erradicar la contaminación y un futuro con vehículos eléctricos puros, nos quedarían el estrés y las prisas (y eso no lo cura tener un coche eléctrico). Es matemático que en ciudades como Madrid o Barcelona, el nivel de estrés es notablemente mayor al que hay en núcleos de población más pequeños como Ávila, Toledo o Jaca (una pequeña y bonita ciudad oscense, en el Pirineo).

Asimismo, muchos empleos de hoy día hacen que la gente eche horas en la oficina. Muchos salen del trabajo a las siete, las ocho, las nueve y hasta las diez de la noche (y yo he llegado a oír auténticas burradas como «salir a las dos de la mañana para estar a las ocho en punto»), cuando yo personalmente creo que, como muy tarde, a las cinco de la tarde (y los viernes a la hora de comer), todo el mundo (salvo muy contadas excepciones) debería irse a casa.

Como consecuencia de este ritmo de vida tan insano, propio de grandes urbes y de empleos asociados a ese tipo de ambientes, la gente va acumulando estrés y muchas veces no tienen tiempo de liberarlo (por ejemplo, haciendo deporte, tomando unas cañas con los amigos, yendo a la montaña el fin de semana); hay incluso quienes van a la oficina el sábado y el domingo (ojo, una cosa es que tu contrato especifique trabajar, por cubrir turnos, fines de semana, y otra que, sin especificarlo, lo hagas como cosa habitual). También los hay que se llevan a casa el portátil, unas veces porque quieren tirarse el pisto de que están muy comprometidos con la empresa (o porque pretenden «adelantar trabajo» cuando realmente no es necesario), otras porque la cultura empresarial está tan viciada que impone el presentismo y esa ponzoñosa máxima de «cuantas más horas echéis, mejor» (lo cual es una mayúscula estupidez, siendo que casi nunca os van a pagar esas horas extra) o porque los jefes lo quieren todo «para ayer». Y ese estrés desemboca muchas veces en depresión.

Además, hoy día existe el llamado «síndrome posvacacional», en el que la gente, cuando vuelve de la playa, la montaña o simplemente el pueblo a su oficina, se viene abajo, porque en el fondo no les gusta estar encerrados horas y horas en una oficina (oye, habrá casos y casos, pero yo personalmente creo que muchas personas que trabajan en oficina, darían lo que fuera por irse a vivir fuera de la ciudad y trabajar en algo más rural), algo que no sé si se daba antiguamente, cuando la forma de vida predominante era la rural.

Dicho de otra forma: dado que la vida en las grandes ciudades muchas veces genera estrés, el estrés suele generar depresión (aunque no es la única causa), es probable que haya quienes se planteen la posibilidad de dejar la ciudad para trabajar en el campo, o al menos, irse a vivir a núcleos de población poco densos y rodeados de naturaleza.

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¿De qué trabajar en el campo?

Además de los ya tradicionales trabajos de agricultura y ganadería (junto con la pesca en zonas del litoral o fluviales), como antes hemos mencionado, podría haber los siguientes empleos:

  • Ingeniería informática y electrónica: por ejemplo, para desarrollar programadores de riego, redes de sensores para control de cultivos, controles remotos de invernaderos o drones (no todas las empresas desarrolladoras de tecnología tienen que estar en el centro de las grandes ciudades, también las puede haber en Villacabras de Arriba).
  • Pilotos de drones: Ésta es una profesión con bastante futuro, y en entornos rurales y forestales va a ser una buena oportunidad de que aquellos que disfruten volando estos aparatos puedan ganarse la vida haciendo lo que les gusta.
  • Plantación de árboles: Dado que en los últimos años hemos destruido muchos bosques por culpa de nuestra negligencia, nuestra piromanía (o mucho peor, nuestra obsesión por hacer que luego se recalifiquen terrenos para construir y así sacar rentabilidad), repoblar bosques es una necesidad acuciante y preceptiva, que no podemos eludir ni un día más.
  • Prospección de terrenos para repoblación forestal: Directamente relacionado con lo anterior, es verdad que algunos terrenos están destinados a cultivo y no se puede, por las buenas, decidir plantar árboles, pero sí se puede llegar a una solución de compromiso. Además, a fin de evitar empobrecer el suelo, y conociendo además el clima de cada región, aquí los ingenieros agrónomos (o como se llamen ahora), forestales, biólogos y botánicos podrán hacer sus aportaciones para determinar qué tipo de árbol es el más adecuado para plantar en según y qué zona (y aquí yo no puedo opinar porque no soy experto, esto se lo dejo a los agrónomos, forestales o biólogos).
  • Limpieza de bosques, campos y montes. Al menos en España, tenemos la pésima manía de ensuciar nuestros bosques, tirando las basuras así, sin más, en lugar de recogerlas, echarlas en una bolsa (y que no me venga nadie con el cuento chino de «es que es un rollo cargar con la bolsa a cuestas», porque no pesa nada). Incluso, según me contó un amigo en una excursión que hice hace poco, hay quienes tienen la mala costumbre de hacer botellón en medio del monte (que lo hagan en su casa, no te fastidia) y luego, por pura diversión, estrellar las botellas de vidrio contra la roca (y, cómo no, luego nos encontramos trozos de vidrio tirados por el suelo, que, además de ser cortantes, los días soleados pueden hacer de lupa y causar incendios forestales). Así que, para limpiar los bosques, campos y montes de España, tenemos trabajo para aburrir.
  • Profesiones sanitarias. Médicos, psicólogos, farmacéuticos… Es verdad que «no sería rentable», pero el Estado debería invertir bastante en que la gente que viva en zonas rurales (donde siempre existirá un núcleo de población algo mayor que los circundantes) pueda tener una sanidad pública de calidad (sí, más de uno dirá «es que no hay dinero», claro que lo hay, lo que hay que hacer es eliminar tantas instituciones públicas que apenas tienen utilidad y en las que mucha gente vive de la sopa boba). Yo creo que sí es posible que haya sanidad pública de calidad en zonas rurales, lo que hay que hacer es subvencionarla.
  • Veterinarios. Por razones obvias, allá donde se cría el ganado, es fundamental que haya uno o más veterinarios que, de forma regular, controlen la salud de todo el ganado.

 

Excusas que pueden surgir para no irse al campo

  • Es que tengo que hacer carrera profesional. Y para hacer carrera profesional, muchas veces la gente piensa que eso sólo es posible en las grandes multinacionales, las cuales, a su vez (aunque con excepciones), suelen estar en las grandes ciudades o los alrededores de las mismas. Si estás leyendo esto y eres de los que da demasiada importancia a la carrera profesional, pregúntate: ¿realmente te parece a ti tan importante? ¿Para qué quieres hacer carrera profesional? ¿Te va a hacer más feliz? Yo no respondo a estas preguntas, las dejo abiertas para que cada cual las responda por sí mismo.
  • Es que en los pueblos pequeños no queda gente joven o hay pocas actividades que hacer. Esto puede ser más comprensible. En efecto, con el éxodo rural, la gente joven de entonces se marchó a las grandes ciudades hace medio siglo (gente que hoy día ya son abuelos casi todos ellos). Ahora bien, me enteré hace no mucho que, en tiempos remotos, sí vivía la gente joven en los pueblos y sí existían actividades lúdicas (entre ellas, las fiestas de trovo) para que la gente joven se conociera y de ahí salieran futuros matrimonios. Pongo como ejemplo una región de la provincia de Ávila que me encanta: el Valle del Tiétar. Ahí hay varios pueblos, no muy grandes, rodeados de la espesura del bosque y al pie de la montaña casi todos ellos (véase La Adrada, Piedralaves, Casavieja, etc). Si se dan facilidades para que la gente joven pueda vivir ahí trabajando de lo que le gusta (y yo personalmente creo que una buena parte de los empleos que se dan en las grandes ciudades, podrían ejercerse en zonas rurales o pueblos pequeños), seguro que un número apreciable de gente joven se iría a vivir a los pueblos, y cuantos más haya, más posibilidades habrá de que se conozcan y de ahí puedan salir noviazgos, matrimonios, etc. Ah, y también tenemos que enseñar a la gente joven mil y una formas de divertirse de forma sana, sin que tenga que ser necesariamente con droga-alcohol-libertinaje. Es más, yo creo que habría que conseguir que el botellón desaparezca, pero, obviamente, ofreciendo alternativas sanas a los adolescentes y jóvenes (que anda que no hay, lo que pasa es que hoy día, por desgracia, mucha gente piensa sólo en drogas, borracheras y lujuria).
  • Es que las comunicaciones no son tan buenas. Aquí depende un poco de la zona, claro. En Asturias, por ejemplo, muchos pueblos pequeños tienen un apeadero ferroviario, igual en otras zonas no tanto. Con todo, hoy día existe el automóvil y es posible desplazarse con el mismo de un sitio a otro.

 

CONCLUSIÓN

Yo personalmente creo que tenemos que recuperar más los empleos en zonas rurales. Pero no sólo eso: yo creo que de aquí a un tiempo (no sé cuánto), volveremos a una forma de vida rural. La vida en las grandes ciudades es cada vez más insostenible; aunque logremos eliminar la contaminación ambiental, el nivel de estrés es cada vez mayor y más de uno se planteará: ¿Y por qué no dejo atrás esta vida y me busco algo en alguna zona más tranquila, aunque tenga que cambiarme de sector? Que oye, yo respeto a quien quiera vivir en la gran ciudad, a mí personalmente no me gusta nada la gran urbe por el estrés, además soy muy nervioso (y con el ruido y las prisas me altero muy fácilmente y me pongo de mal genio) y, sobre todo, yo estoy acostumbrado a vivir en el campo o junto al campo y me encanta levantarme y ver naturaleza y no edificios altos. Y esto de que volvamos al campo es asimismo un deseo que tengo, otra cosa es que se cumpla (porque las cosas no suceden por generación espontánea). Pero yo creo que sí es posible (eso sí, tendremos que poner de nuestra parte).